Razones y emociones

Para empezar... (22/04/2012)

No lo negaré. He intentado publicar a través de editoriales como todo hijo de vecino. En dos ocasiones. Redacté propuestas editoriales de mis novelas, hice envíos masivos a agentes y editoriales y puse mi esperanza a hacer guardia frente a la bandeja de entrada del correo. De los pocos que me contestaron, muy pocos me pidieron el original. Esperé pacientemente hasta que llegó la temida respuesta.
Está bien. No trato de echar balones fuera y decir que la culpa es de el mercado, del sistema o de Dan Brown. Pero es que me da igual. 
Después de tres novelas y un libro de relatos y más de quinientos ejemplares vendidos, escritos y maquetados con mis manos, pagados de mi bolsillo y presentados con mi voz, he descubierto que hay mundo precioso más allá de las estanterías del Corte Inglés, o más acá, mucho más acá.
En este blog y a través de las redes sociales intentaré transmitiros mi experiencia, mis emociones y mis vivencias, por si a alguien le sirve; por si algún otro escritor decide embarcarse en la apasionante tarea de la autoedición. No se trata de una cruzada contra las editoriales, sino de defender el trabajo, el esfuerzo (y por qué no decirlo, el talento), de su política ostracista y, al fin y al cabo, esclava de la cuenta de resultados como toda empresa.
Tenemos unas cuantas palabras hechas historias y nos gustaría que alguien nos leyera. Sólo eso. No puede ser tan difícil...


¿Por qué no? (18/04/2012)

Entre tener tu manuscrito en un cajón y que amigos y familia puedan disfrutar de su lectura hay muchas diferencias, unas más sutiles que otras. Para mí, la más significativa fue la de saberme leído, a secas; y a húmedas, precisamente por la gente que más me importa, por aquellos en cuyo criterio más confío y cuyas palabras me alientan, soportan, orientan y calman.
Pensándolo bien, pocas de esas diferencias son sutiles, porque no lo es implicarse en la maquetación y en el proceso de impresión, como tampoco lo es asumir que la confianza en el texto propio es un valor que necesariamente ha de tener el autor y que, pocas veces, un porcentaje ridículo en realidad, proviene de terceros desconocidos.
Nada sutil es tampoco embolsarse el beneficio, por modesto que sea, íntegro y desde el primer ejemplar vendido; ni, por supuesto, la sensación de libertad y autosuficiencia que se alcanza cuando uno pone la primera palabra de su novela y poco o mucho después vende el último ejemplar de la primera tirada, sin más intermediarios que su propio tiempo y esfuerzo, y la comprensión y entrega de sus más allegados.
Desde luego, no hace falta arrostrar todo solo. Hay fórmulas intermedias delegando alguna que otra fase del proceso en, por ejemplo, maquetadores o correctores profesionales: no hay nada malo en ello.
Pero un servidor nunca lo hizo y por eso este blog abordará todas las fases del proceso de autoedición desde la propia experiencia, con sus aciertos y sus errores.
Espero sinceramente que sirva de ayuda o, al menos, apoyo emocional a tantos escritores que, como yo, tienen cada vez más dudas. Dudas sobre que exista realmente una vía transitable hasta un contrato editorial, sobre si merece la pena pagar el precio de ese viaje, sobre si el talento es moneda de curso legal en los terrenos que transita, o son otras.
¿Por qué editoriales no? Porque no, a priori. Porque hay otras formas de que nuestras historias vean la luz, sean leídas, valoradas, perduren y disfrutemos con ello a la vez que se nos hace justicia.
Después, con el tiempo, si quieren ofrecernos algo aquí estaremos, que los artistas no somos rencorosos...